LA LEYENDA DEL BAMBU






Luz Angeles

Tamya y Yaku, Señores del Hurin Pacha eran poderos, gobernaban su imperio con sabiduría y bondad, todo el pueblo los amaba y seguía su ley.

El nacimiento de Qashqay, el pequeño hijo heredero del trono completo su felicidad, era el mas bello príncipe qechwa, su piel dorada reflejaba el sol y sus ojos serenos como las noches de verano iluminaban su hermoso rostro enmarcado por su larga cabellera y sedosa azabache que caía sobre sus hombros.

Cada día en el palacio se escuchaba la dulzura de su voz que despertaba a todos y ponía la vida en movimiento, cantaba, y era maravilloso escucharlo.

Desde cerca o desde lejos, los runakuna acudían para oírlo y cuando se marchaban nunca mas podían olvidar su canto, pues quedaba grabada en su mente y su corazón proporcionándoles paz y entendimiento.

Cierto día, la noticias de que las sequías calcinaban los pueblos de la costa de su imperio, alejaron a Tamya, de su hogar, pues marchó con Waira su mensajero en auxilio de su gente. Entonces, el Ushi, el Auki embustero, con su andar encorvado que lo hacía parecer mas pequeño aún de lo que era, casi la estatura de un niño de 7 años, con los cabellos grises y desgreñados que entrelazados con su larga barba escondían su rostros terroso y feo en el que destacaban unos ojillos pequeños como dos manchas de carbón, envidioso de la prodigiosa voz del muchacho, se presentó al palacio y con engaños se llevó a Qashqay.

-Vamos Qashqay – le dijo con voz melosa – tu madre Yaku, me ordenó llevarte con Tamya, tu padre, pues necesita de tu ayuda, apresúrate, no debemos hacerlo esperar.

-.Si mi padre me necesita, iré, vamos Ushi – respondió Qashqay – solo me despediré de mi madre.

- ¡No! no la molestes porque esta preparando alimento y vestido con las mujeres mayores para enviarlos enseguida a la costa – apremió el Ushi – vamos, que ya estamos demorados, así me indicó, vamos, vamos ya.

Así Qashqay se alejó del palacio siguiendo al Ushi sin sospechar de su maldad y engaño.

Después de largas horas de caminata subiendo por la montaña, descansaron a la sombra de los árboles, alimentándose con el fruto maduro del capulí, y el sabor dulce de las tunas.

- Mientras descasamos, canta Qashqay, quiero oír tu voz.- pidió el Ushi.

- No Ushi, - dijo el joven - tengo el corazón inquieto por mi padre, la angustia no me deja cantar, permíteme descansar y serenar mi alma.

- no comprendo tus remilgos – exclamó el Ushi con desprecio y agregó – ya veremos más tarde

Qashsqay rendido por el cansancio ya no lo escuchó y durmió con sobresaltos soñando con los suyos.

Después de varios días de caminar y caminar por cerros y montes, comiendo frutos silvestres, bebiendo agua de los arroyos y durmiendo bajo el abrigo de viejos y enormes árboles o cuevas ocultas entre rocas, con los pies llenos de heridas, la ropa raída y el animo confuso, Qashqay le dijo al auki - Ushi, ¿estamos perdidos o qué?, dime Ushi, hemos caminado muchos días y cada vez estamos mas solos, ya no hay aves, no hay flores, cada día todo queda mas atrás.

-Ten paciencia – dijo el Auki con cautela- ya llegaremos, casi ya no falta nada – y mirándolo con dureza agregó – no has querido cantar desde que salimos, no me hagas enojar.

- Lo lamento Ushi – dijo humildemente Qashqay – pero la preocupación no me deja cantar, después que vea a mis padres, cantare para ti, lo prometo.

El Auki no respondió y ocultando su rabia continuó hasta una cueva que asomaba por debajo de una montaña, apenas podía divisarse la entrada. Se dirigió veloz seguido por el muchacho que cansado ya no hacía mas preguntas.

Entraron en la cueva y Qashqay vio que estaba cubierta de mugre, restos de huesos roídos, cáscaras de frutos silvestres y una hoguera con briznas y carbones consumidos, el aire era pesado y frío, producía pesar y temor.

- Esta es mi casa – dijo el Auki con satisfacción y agregó – te quedarás a vivir aquí para alegrar mis días con tu canto.

- Pero Ushi – reclamó Qashqay – donde está mi padre?

- A mi que me importa donde estará – dijo entre carcajadas – eres un verdadero tonto. Te engañé para traerte a mi cueva, eres mi prisionero, nunca más veras a tus padres ni a tu gente ¡jajajajaylla!, solo cantarás para mi, para mi, para mi.

Y diciendo estas terribles palabras daba saltos de alegría mientras veía al muchacho palidecer al descubrir el engaño

Qashqay le rogó que le deje volver a su casa, le habló de su madre que sufriría por su ausencia y lloró por su padre al pensar que nunca podría ayudarlo si no le dejaba volver, pero el Ushi salió dejándolo atado a una gran estaca.

El encierro en la covacha de Ushi hizo enmudecer a Qashqay, que ya nunca más volvió a cantar, entonces el malvado Ushi lo llevó muy lejos, hasta la laguna que descansaba al pie del nevado y allí lo abandonó.

Qashqay solía vivir en una gruta cerca de la laguna y cada mañana se sentaba en la orilla a la sombra de un esbelto bambú, y le hablaba al viento y a las aguas preguntando por sus padres.

Un día, la sirena de la laguna emergió de las espumas de las olas y le dijo,- toma el bambú que tienes a tu lado, sopla en ellos y escucharas a tus padres y riendo se sumergió.

Qashqay tomo el bambú, corto una caña y soplando escuchó la voz cariñosa de su padre, tomo otra caña mas pequeña y soplando escuchó la voz tierna de su madre, entonces sintió alegría y tomando cañas de distintos tamaños, hizo un bello SIKU con dos hileras de cañas, arka, la voz de su madre e ira, la voz de su padre.

Y así, tocando el siku cada día escuchaba las voces de sus padres que lo llamaban con ternura. Tomó valor y lleno de coraje emprendió el camino de regreso a su hogar donde entre los cariñosos brazos de madre y el amor de su padre volvió a cantar acompañado de su bello siku deleitando con su música a nuestro gran hacedor, al sol, al viento, al cielo y las estrellas y a todo su reino.

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